lunes, 19 de noviembre de 2012

La evolución del ojo

El ojo humano es el órgano predilecto de los antievolucionistas. A menudo, esgrimen su complejidad para intentar echar por tierra la teoría formulada por Charles Darwin. Y hasta citan al naturalista inglés en su apoyo. «Parece absurdo de todo punto -lo confieso espontáneamente- suponer que el ojo pudo haberse formado por selección natural», recuerdan que dejó escrito en 'El origen de las especies' (1959). Sí; pero no. La cita original es más larga y en ella Darwin concluye que el ojo es un producto de la evolución. Un grupo de investigadores del Laboratorio Europeo de Biología Molecular presenta hoy, en la revista 'Science', pruebas del origen de ese órgano.
Las células fotosensitivas -sensibles a la luz- de los vertebrados y de los invertebrados son diferentes, hasta el punto de que algunos biólogos han considerado la posibilidad de que el ojo surgiera en la evolución dos veces, una en cada tipo de animal. El equipo de científicos alemanes liderado por Detlev Arendt y Jochen Wittbrodt ha descubierto ahora que hubo un ancestro común de vertebrados e invertebrados que poseyó ambos tipos de sistemas visuales, y que los bastones y los conos de nuestros ojos derivan de otras células fotosensitivas que estaban en el cerebro de aquel antepasado.
«No es tan sorprendente que las células del ojo humano procedan del cerebro. Todavía tenemos células fotosensitivas en nuestro cerebro que detectan la luz e influyen en nuestros ritmos diarios de actividad. Muy posiblemente, el ojo humano se desarrolló a partir de células fotosensitivas cerebrales. Sólo después en la evolución, esas se reubicarían en lo que es un ojo y se adquiriría la visión», explica Wittbrodt. Ha llegado a esa conclusión gracias a un fósil viviente: 'Platynereis dumereili', un gusano marino que apenas ha cambiado en 500 millones de años.
Arendt levantó la liebre al ver en el cerebro del animal células fotosensitivas «que se parecían a los conos y bastones del ojo humano. Me intrigó la idea -dice- de que ambos tipos de células (las de invertebrados y humanos) tuvieran el mismo origen evolutivo».
Para probar esa hipótesis, su equipo usó una nueva herramienta: la 'huella molecular', la combinación única de moléculas de cada célula a partir de la cual se puede saber si dos células comparten un ancestro. Y resultó que la 'huella molecular' de los ojos de los vertebrados casaba con la de las células fotosensibles del cerebro del gusano marino. «Es una prueba de un origen evolutivo común. Hemos resuelto uno de los grandes misterios en la evolución del ojo humano», dice Kristin Tessmar-Raible. Los antievolucionistas tendrán que mirar a otro lado para atacar a Darwin.

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