lunes, 19 de noviembre de 2012

¿QUIÉNES SOMOS?


¿Quiénes somos? ¿Cuál ha sido el devenir histórico que ha tenido como
resultado que hoy estemos nosotros aquí? Cuenta la tradición que sobre la
entrada del templo de Apolo en Delfos estaba inscrita la siguiente exhortación:
“Conócete a ti mismo”. Uno de los grandes retos del hombre actual es, sin
duda, conocerse a sí mismo, comprenderse y, a partir de ahí, actuar en
consecuencia. Pese a todos los grandes avances el hombre continúa siendo un
gran misterio. “En ninguna época se ha sabido tanto y tan diverso con respecto
al hombre como en la nuestra. En ninguna época se expuso el conocimiento
acerca del hombre en forma más penetrante ni más fascinante que en ésta.
Ninguna época, hasta la fecha, ha sido capaz de hacer accesible este saber
con la rapidez y facilidad que la nuestra. Y, sin embargo, en ningún tiempo se
ha sabido menos acerca de lo que el hombre es. En ninguna época ha sido el
hombre tan problemático como en la actual”1. Estas palabras las escribió el
filósofo alemán Martin Heidegger en 1927, desde entonces no sólo no han
perdido su vigencia sino que aún han cobrado mayor valor. En efecto, nunca
como ahora se había sabido tanto acerca del hombre, incluso en lo que a su
pasado evolutivo se refiere. Desde 1985 hasta nuestros días se han producido
una gran cantidad de descubrimientos importantes, que van añadiendo nuevos
datos a nuestro enigmático pasado, pero seguimos sin saber cómo hemos
llegado hasta aquí. Lo preocupante no es que sea una ignorancia coyuntural,
es decir: temporal, sino que, en algunos aspectos, parece tratarse de un hecho
estructural; o sea: parece difícil que algunos aspectos de nuestro pasado
evolutivo puedan llegar a ser conocidos algún día con la exactitud que nos
exige nuestra inteligencia.
El ser humano es un misterio. Es el único ente de la naturaleza que se
interroga por su origen, por su esencia, por el sentido de su existencia, por el
sentido de su muerte y por su destino en el más allá. ¿De dónde venimos?
¿Por qué somos así? ¿Cuándo se originó la humanidad? ¿Quiénes fueron los
primeros humanos? ¿Cuándo, dónde y cómo surgió nuestra especie: el hombre
anatómicamente moderno? ¿Cuántas especies humanas existieron al margen
de la nuestra? ¿Por qué han sobrevivido únicamente los humanos de nuestra
1 Martin Heidegger: Kant y el problema de la metafísica; Fondo de Cultura Económica, México,
1986, p. 177.
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especie? Estas pregunta, y tantas otras análogas, componen el conjunto de
cuestiones relativas a nuestra historia evolutiva y a nuestra propia esencia.
Cuanto más sabemos sobre el pasado evolutivo del género humano más
profundo se revela el enigma que representa el ser humano.
Ciencia, filosofía y religión aportan cada una desde un ámbito diferente,
conocimientos diversos sobre el hombre. La filosofía intenta explicar en qué
consiste la esencia humana; la religión nos arroja luz sobre el sentido de
nuestra existencia y la ciencia (a través de la paleontología humana, la
arqueología y otras ramas afines tales como la paleoclimatología o la
paleopatología) nos aporta datos para intentar comprender la historia evolutiva
de nuestro género y de nuestra especie. Estos múltiples campos de
conocimiento acerca del hombre no se excluyen, sino que se complementan.
Su relación puede (y debe) ser de armoniosa compatibilidad, siempre y cuando
cada una de ellas sepa respetar los propio límites de su saber, no queriendo
suplantarse mutuamente para intentar explicar hechos para los cuales no está
metodológicamente capacitada.
Pese a todos los grandes avances que se han producido relacionados
con nuestro conocimiento de la evolución humana nuestra historia evolutiva
dista mucho de ser un proceso claro y diáfano. Por el contrario, el lector que
desee profundizar en este fascinante campo del saber podrá constatar
inmediatamente que se trata de un terreno de la ciencia en el que se da una
enorme pluralidad de opiniones, casi tantas como fósiles existentes; al menos
así lo reconocía Leslie Aiello cuando declaraba que: “en la paleontología
humana hay, a menudo, más opiniones e interpretaciones que fósiles”2. Y es
que, por desgracia, las preguntas sin una respuesta suficientemente clara son
todavía muchas. Las mayores disputas surgen a la hora de establecer las
filogenias o árboles genealógicos de los homínidos. Algo que, como tendremos
ocasión de comprobar, y por sorprendente que pueda parecer, se complica
cada vez más a medida que van aumentando nuestros conocimientos. Se da
en la paleontología humana el hecho paradójico de que cuanto más sabemos
acerca de la evolución de los homínidos, humanos y no humanos, van
2 Leslie C. Aiello: La cuna africana del hombre, Conocer, nº 175, agosto de 1997, p. 35.
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surgiendo un mayor número de interrogantes. Los nuevos descubrimientos
suelen arrojar algo de luz sobre las cuestiones claves pero, al mismo tiempo,
plantean nuevos problemas que nos llevan a un círculo vicioso del cuál resulta
difícil de salir. Hay que reconocer que hoy sabemos muchísimo más sobre la
evolución de los homínidos que hace tan sólo una década. Pero también es
cierto que las dudas fundamentales no sólo siguen en pie, sino que han visto
como se les añadía otras. ¿Lograremos conocer algún día, de forma definitiva,
la historia evolutiva de la morfología humana? Esta es una pregunta cuya
respuesta, de momento, se nos escapa.
No se pueden olvidar tampoco los aspectos ideológicos que se hayan
implicados en los debates sobre evolución humana. Una aproximación
desapasionada nos muestra como, de forma totalmente injustificada, se utilizan
los conocimientos de esta rama de la ciencia para defender una antropología
puramente materialista haciéndola pasar por un conocimiento científico
absolutamente verdadero, definitivamente demostrado y que por ello resulta
universalmente aceptado, de tal manera que sólo los espíritus más
recalcitrantes se negarían a dar su asentimiento a tamaña evidencia. En rigor
esta antropología materialista es pseudocientífica, y se trata más bien de una
postura filosófica que aún no ha logrado demostrar la veracidad de sus
proposiciones.
A la hora de poder determinar ¿quiénes somos? Es imposible girar la
espalada y desentenderse del tema relativo a la compatibilidad o no entre los
conceptos de evolución y creación. Mientras no se demuestre lo contrario, y de
una forma efectivamente válida, no existe ninguna inconsistencia lógica que
impida afirmar la coherencia de la existencia de una creación del Universo con
la de un despliegue dinámico del mismo que, en el caso de los seres vivientes
del planeta Tierra –los únicos de todo el Universo de los que, hasta la fecha,
tenemos certeza científica de su existencia- se produciría según los cánones
de la evolución biológica; los cuáles, por cierto, aún distan mucho de estar
totalmente aclarados, así como de ser aceptados por consenso universal.
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No se pueden olvidar tampoco los problemas que suscitan las filogenias
ni la complejidad creciente del árbol evolutivo humano; problemáticas que nos
ponen de lleno frente a los límites del conocimiento científico sobre el hombre
en este campo del saber humano y que hemos tratado en otros artículos.


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